Claudia Rodriguez Ponga Linares

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La residencia en Macieira me permitió retomar un trabajo aparcado por un estilo de vida académica que, por desgracia, se ha asumido como norma: la docencia a la carrera entre tres, cuatro o incluso cinco universidades entre las que el profesor rizomático rueda cual rosa del desierto en busca de un ambiente húmedo que le permita reverdecer momentáneamente antes de seguir su periplo nómada. Aunque generalmente una encuentra esta recompensa en la interacción con los estudiantes y en ese “devenir docente”, a la larga no es suficiente, pues los proyectos de investigación y/o escritura que no están comprometidos directamente con el contenido de las clases quedan aparcados. En mi caso, se trata además de un proyecto imposible de dejar de lado; no estamos hablando de un “research interest”, sino de un hilo conductor para toda una vida de lecturas y prácticas que debo más que espero seguir desarrollando.

En 2018 presenté mi tesis doctoral en la Universidad de São Paulo. El título de la investigación y de la publicación, disponible online en la biblioteca de la Escola de Comunicações e Artes o ECA-USP, fue “Pequeno tratado sobre arte e magia”. Pero la historia venía de antes y, no obstante, no tiene como tal origen. Lo que sí puedo decir es que allá por el 2007 o 2008 presenté una tesina para mi diploma de suficiencia académica o DEA en la Universidad Complutense de Madrid llamado “Pensamientos paganos”. Entonces tenía más fresca mi formación pictórica.

Inicialmente, mis “pensamientos paganos” trataban de reivindicar el linaje pagano de la pintura o el paganismo como “éter” pictórico, pero también el paganismo como proyecto existencial vinculado a quienes se decantan por la práctica pictórica. La bruja era el arcano que imperaba sobre ese totum revolutum. Más adelante, habiendo llevado mi investigación a la Universidad de São Paulo, el trabajo se alejó tanto de la pintura como de la figura de la bruja para abarcar un espectro más amplio: las afinidades existentes entre pensamiento mágico y producción artística. El paganismo, como tal, fue obviado en beneficio del llamado “pensamiento mágico”. Así, esos pensamientos paganos iniciales se convirtieron en un “Pequeño tratado sobre arte y magia”.

Pero de vez en cuando oigo, sigo oyendo, el canto de sirena del paganismo, en la lejanía, como la flauta del dios Pan, muy tenue. Quizás veo el paganismo más plausible, o más necesario, o más asequible a la tradición occidental. Quizás veo menos posibilidad de “posturéo” en el paganismo.

Por eso, no podría tener más sentido esa carambola del azar que me llevó a retomar mis pensamientos paganos en un espacio como la Escola da Macieira y bajo el discreto auspicio de Rita y Daniel.

Cuando publiqué y defendí mi tesis en la USP, mi intención era retomar el trabajo al año siguiente, traduciéndolo al español. No obstante, en febrero de 2019 nació mi hijo y tuve que restringir mi actividad intelectual y escritural a la docencia, la curaduría y a publicar puntualmente algún texto por invitación. Y sudedió que, cuando me puse a traducirlo, ya no podía traducirlo sin más, porque había seguido leyendo, porque la magia se había puesto de moda, y porque yo había oído nuevamente esos cantos de sirena. Me vi abocada a algo más que a traducir: a repensar, a resituarme, a recontextualizar.

Y ese ejercicio no se puede hacer desde cualquier sitio, un lunes cualquiera. Para esto apareció la Escola de Macieira. Isabella Lenzi me llevó hasta Rita y Daniel, y ellos me llevaron hasta esa casa que amanece muchos días asentada firmemente sobre las nubes. Allí no solo retomé mi trabajo y pude repensar su estructura y la bibliografía que lo informa, sino que volví incluso a la encáustica, una técnica que practicaba cuando yo aún era artista en ciernes y que reapareció en mis lecturas sobre el arte de la memoria (“el arte de la memoria es como escribir sobre tablillas de cera”). Me dejé abducir, en resumen, por el proceso; seguí el sonido de la flauta y eso me llevó, además, a un destino aún más sorprendente: el trabajo artístico de Rita y Daniel, que yo no conocía bien en aquel momento y que resultó tener tanto, tanto que ver con mis propias sensibilidades.

¡Cuanta coherencia para tan poco plan! ¡Cuánto sentido para tan poca razón! Y, sin embargo, no lo siento como algo sorprendente, sino natural.